Isaías 53:1-3 / ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? 2 Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. 3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
La crucifixión Fue inventada por los persas entre 300-400 A.C. Es posiblemente la muerte más dolorosa inventada por el hombre, reconociéndola como forma de sufrimiento lento, doloroso, espantoso y cruel. Los romanos se hicieron “crucificadores” por vocación; para ellos ya era muy normal matar a los esclavos, extranjeros o delincuentes de esta manera, este castigo estaba reservado para las personas más viles. Ahora usted puede entender porque la biblia dice que “se dispuso con los impíos su sepultura”…
La tortura de nuestro amado Señor no comienza en el pretorio romano, esta comienza en el huerto de Getsemaní.
Lucas 22:44 / Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
El sudar sangre, hematidrosis ó hemohidrosis, se produce en condiciones excepcionales: para provocarlo se necesita un debilitamiento físico, y se atribuye a estados muy altos de estrés, esto provoca una presión muy alta y congestión de los vasos sanguíneos de la cara, la presión alta y la congestión provoca pequeñas hemorragias en los capilares de la membrana basal de la piel y algunos de estos vasos sanguíneos se encuentran adyacentes a las glándulas sudoríparas. La sangre se mezcla con el sudor y brota por la piel.
Cuando esto le ocurre a la gente los que ocurre es que comienzan a hincharse. La piel se hace más frágil y vulnerable a cualquier trauma.
El Señor sabía por todo lo que iba a pasar por eso tanta agonía, sabía que uno de los suyos lo vendería, sabía que uno de los suyos lo negaría, sabía que todos lo abandonarían, sabía que el Padre lo “abandonaría”, en ese momento sintió en carne propia todo lo que estaba a punto de pasar y aun así exclamó: “más hágase tu voluntad”…
Luego de haber estado toda la noche deshidratado, cansado, débil y con sueño, lo llevan a comparecer al sumo sacerdote. En ese lugar lo golpean en el rostro, lo escupen, le ponen una venda en los ojos y le dicen que profetice quien le pegaba (desfiguraban su rostro).
Luego lo llevan a comparecer ante Pilato, el procurador romano, donde después de la escena que todos conocemos ordenan darle 40 azotes menos 1 (39 en total).
¿Cómo fue azotado?
Al preso de le despoja de sus ropas, se ata sus manos sobre su cabeza (se cree en un tronco). Los látigos eran cortos, varios trenzados de cuero con pelotas de plomo para mayor fuerza, y varios pedazos de huesos afilados con la intención de destruir la carne por completo.
Los primeros azotes solo cortaron la piel, pero a medida que siguieron los azotes, cortó venas, carne, y arterias, lo que empezó con gotas de sangre, terminó chorreando por montón, es más que seguro que en ese lugar quedó un charco de sangre.
Expertos dicen: “Las bolas pequeñas de plomo, produjeron primero moretones grandes y profundos que se abrieron con los golpes sucesivos, y después la piel de la espalda se colgó en forma de largas tiras, hasta que el área entera fue una masa irreconocible de tejido sangrante y desgarrado, donde se exponen músculos e incluso costillas”.
Se dice que los verdugos ponían especial cuidado en no perforar el pulmón para que así no muera luego y su dolor sea más duradero. ¡Qué horrendo!
Según un estudio publicado en abril de 1991 en el Journal of the Royal College of Physicians of London, Jesús de Nazaret fue llevado al Pretorio para desempeñar el papel de «juguete para las tropas», costumbre que solía permitirse una vez al año.
Como si fuera poco le ponen una corona de espinas largas que se incrusta en el cuero cabelludo, Otra vez hay un sangrado abundante (el cuero cabelludo es una de las áreas más vascularizadas del cuerpo).
En este proceso de burla contra nuestro Señor dicen los expertos médicos que tenía un manto puesto en sus hombros y que cubría sus espaldas, y después de un rato, cuando le iban a llevar al monte de la calavera le quitan de un tirón el manto el cual ya se había pegado a sus heridas, señalan los expertos que ese dolor fue como volver a ser azotado.
La pérdida de sangre produjo un shock hipovolémico, lo cual hace que el corazón no pueda bombear sangre de forma correcta al cuerpo y varios órganos dejan de funcionar…
La pérdida de sangre y el dolor monstruoso hizo que el Señor se cayera con la cruz en el camino a la crucifixión, por eso designan a Simón de Cirene.
Como si fuera poco el camino era cuesta arriba.
El dolor de los clavos debió haber sido horrendo y espantoso…
Se cree que al clavarlo sus huesos se descoyuntaron (Salmos 22:14): “He sido derramado como aguas, Y todos mis huesos se descoyuntaron; Mi corazón fue como cera, Derritiéndose en medio de mis entrañas”.
En medio de ese cruel sufrimiento sus pulmones hacían un gran y enorme esfuerzo por contener pequeñas cantidades de aire.
Jesús tuvo sed, (Salmos 22:15): “Como un tiesto se secó mi vigor, Y mi lengua se pegó a mi paladar, Y me has puesto en el polvo de la muerte”.
También le arrancaron la barba a tirones (Isaías 50:6): “Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos” (cuentan que este dolor es infernal).
Además, hay menciones que como su corazón ya no trabajaba de forma correcta no solo le dolía las espalda, sino la cabeza, la piel, los pulmones, el corazón, las manos y los pies, los órganos vitales, le dolía todo su ser.
Y todo lo hizo para darnos salvación y perdón de pecados, para sanarnos espiritual y físicamente. Nos dio innumerables promesas que solo se pueden cumplir gracias a su gran sacrificio.
Por Pastor Marcelo Fuentealba
